Mi memoria se moría,
andaba descalzada y dormidiza
caía en cada laguna
y en cada huída sin salida.
Versaba las palabras enredadas
con tus manos contraídas
y tu sonrisita lanzaba,
al espacio que la engullía.
A la memoria dormida
al sepulcro del druida,
que borra la tinta,
preservando la herida.
jueves, diciembre 23, 2010
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